Thursday, March 14, 2013

Una sonrisa iluminada apareció tras el reencuentro. Constató que detrás de eso que parecía, lo-que-fue, seguía siendo. 

Friday, February 22, 2013

Hablando de renuncias...



Hablar de renuncias podría ser un tema interminable. Sobre todo porque cada decisión, hasta las más insignificantes, llevan implícita una renuncia. No hablaré en esta ocasión de las renuncias importantes que he tenido que hacer en mi vida. Como dice la canción ya lo pasado, pasado. Pero me gustaría retomar dos renuncias que he tenido que hacer, no por ser importantes, sino porque me han robando un tiempo considerable a pesar de que son realmente estúpidas y vanas. Por lo mismo me han hecho cuestionarme acerca del porqué he puesto especial interés en algo tan irrelevante.

La primera fue hace muchos años, tal vez diez. Había visto una bolsa Burberry, de esas de cuadros llamativas y por alguna razón pensé en tener una. En la primera oportunidad que tuve de ir a la Ciudad de México,  fui al Palacio de Hierro, elegí mi bolsa con detenimiento y esa misma noche me fui a tomar un café con una amiga y la estrené. La coloqué en la silla junto a mí y de reojo la estuve observando.  Con sus enormes cuadros rojos, y negros, y un letrero inmenso con su marca. Al salir del café, me observaba a mí misma con aquella bolsa que gritaba su precio, y que de pronto me hacía sentir parte de una élite a la cual no estaba segura de querer pertenecer.  Aquella noche la estúpida bolsa me quitó el sueño y me obligó a regresar a primera hora del día (lo que implicaba retrasar mis citas de trabajo) a la tienda a hacer la devolución. Qué liberada me sentí al salir de la tienda sin mi bolsa de cuadros, que había cambiado por una bolsa negra de piel cuya marca era imperceptible y el precio insospechable. 

Diez años después nuevamente me he sentido atrapada en las garras de la mercadotecnia y seducida por una de las imágenes prefabricadas que vende.  El detonador fue una mala ecuación:  una ciudad gobernada por políticos corruptos que no dan mantenimiento al asfalto y cuyo drenaje es deficiente; las lluvias abundantes propias de la geografía que provocan graves inundaciones;  un cambio de domicilio a una zona que no tiene calles pavimentadas; un automóvil francés poco adecuado para el terreno. Todo esto dio como resultado un cambio forzoso de vehículo. La primera opción fue tentadora: un Jeep 5 puertas, amplio, y propio para el terreno.  No tenía, como mi anterior coche, quemacocos, ni seguros y vidrios eléctricos, ni los controles de la música en el volante pero me encantó verme como una chica intrépida en medio de la selva, así que compré la idea y me hice del disfraz.  Era feliz en él, me sentía rejuvenecida, fresca, atractiva,  pero todo esto se venía abajo cuando llegaba a un Valet Parking y me preguntaban si era mía la “camioneta gris”. Eso derrumbaba todo lo que yo había idealizado, y me sentía una señora gorda y aburrida llena de niños, por lo que decidí que esa imagen la daba el tamaño del vehículo y tenía que cambiarlo inmediatamente por uno tres puertas más pequeño, más alto, de velocidades y sin cajuela.   
Nuevamente fui feliz inmersa en aquella fantasía, envuelta en mi sueño aventurero que brincaba como un caballo a trote por la terracería, hasta que llegue a mi realidad y tuve que recoger a los niños de la escuela,  mover el durísimo respaldo de asiento para que pasaran a la parte trasera, cargar a cada niño porque no alcanzaban a dar el paso para trepar, llevar la guitarra, las mochilas, la laptop y demás triques en el asiento delantero, estorbando la palanca de velocidades. El perro, que aunque es un Chihuahua acostumbra ir sentado en mis piernas y yo que tenía que ir con el asiento hasta adelante para poder pisar a fondo el clutch aplastaba al animal entre mi abdomen y el volante. A todo esto se sumaban los treinta y seis grados que se sienten como cuarenta y cinco a las dos de la tarde en el Caribe. Mi mal humor empezaba a convertirme no precisamente en una  sexy exploradora, sino en un orangután furioso e incómodo capaz de estrangular a cualquiera que se le cruce enfrente.
Aquella ilusión no duró más de tres meses. Antes de convertirme en la asesina de mi perro y mi hija,  renuncie a aquel sueño estúpido y  fui una señora flaca y feliz en una camioneta automática de cualquier marca pero con una gran cajuela, amplios asientos, 5 puertas, seguros  y vidrios eléctricos.  

Monday, February 11, 2013

Felicidad

Cuando desperté, el mostro, la princesa y el perro, seguían en mi cama durmiendo.

Thursday, January 31, 2013

Visiones

Que bueno que no te has ido a Más Cerca
Y sigues aquí
en esta visión abrazándome
Abrasándome


Yo tampoco me iré
Seguiré donde creíste y creaste
Donde fui y te perdiste
y soy sin encontrarme

Donde somos en mí
en ti
en todos los que nos han
              inventado distintos

Porque ahí también somos
y seguiremos
siendo

yo
y lo que no se nombra
y lo que se nombra al revés

Que bueno que no te has ido a Cercando
y sigues dentro de mí
en esta Insomniación
ins-pirándome






Wednesday, January 30, 2013

Reencuentros


No sé de finales
sino de indicios
De letras que se escuchan
sin ser literales

No soy de episodios
sino de historias
De interminables cariños
que aun se escriben

No guardo tachones
rotos ni nuevos
En el camino
diluidos
los he dejado

No llevo llaves
ni pongo cerrojos
Todo se me escapa
y regresa solo

Monday, September 27, 2010

La otra amada

Deseo de letras entre un cuaderno viejo
Regresan los días en que hicimos noche
Peldaño a peldaño hasta el final de una escalera blanca
compartimos la transparencia de un abrazo
Ya no soy aquella ráfaga que envolviste en selva
mas cuando cierras los ojos todavía me sientes
ahí contigo en la obscuridad del puente

Soy la otra amada, la que se queda en la tinta del agua
oculta en el silencio, entre libros y el roce de una mirada

Soy esa otra que sale e imagina
la espiral secreta de un sentimiento
La que libremente permanece en el sueño
con una brújula en la mano

La otra Alicia

Va cerrando mis párpados puntada a puntada
una aguja larga de plata ensartada en luna
Escucho los tacones altos del reloj que me persigue
aleteando sus manecillas queriendo que vuele el tiempo
Se abre una puerta, otra puerta y mil puertas que ya no cierran
que desaparecen o quedan abiertas
O ya no son entradas, ni salidas sino espejos
espejos infinitos que nada reflejan
Que inventan todo nuevo y limpio
como cuando recién se ha ido la lluvia
La lluvia también usa tacones
como el reloj que ahí sigue
detrás de mí, avanzando.

La otra maga

Trazo corrientes fluviales
Y un puerto que aleja polvos
Su pensamiento circular y la guerra
Una receta de sombra larga y migajas compartidas

Remedios con su paraguas inoportuno
Sus pócimas son puertas instantáneas
Irriga el engranaje de túnicas
Donde vuela el mar y sus caracoles

El cadáver exquisito
De una mariposa fascinada
Por un gato desconocido.

La otra luna

Hoy llovió mucho y yo estuve triste
La que camina en la playa
recordando algunas despedidas
Con los brazos abiertos con alas
Y el día aun gris, lluvioso
Una gaviota que calla
Me ha inundado de nostalgias
Y regresa en un gesto ageno
Leo tu mensaje
O en una mirada robada
veo tu pintura y lloro contigo
esta tristeza que pintas tan alegre

Thursday, April 17, 2008

Siempre en silencio

Yo no lo sé de cierto, pero dice Jaime Sabines que todo se hace en silencio, como se hace la luz dentro del ojo. El amor une cuerpos. En silencio se van llenando el uno al otro. El amor es el silencio más fino y es que el amor, no emite sonidos, es suave y confortable. Y si se siente, se siente sin saberlo.

Cuando Eros va con Júpiter para proclamar su amor por Psique y pedirle que los una para siempre. Júpiter, el eterno romántico, le dice, “Cuando el amor físico y el alma están unidos, ni siquiera los dioses lo pueden separar”. Y para que ellos puedan ser marido y mujer, hace que Psique beba de la ambrosía celestial, que transforma a los mortales en inmortales.

Como en los cuentos de princesas, en este mito griego, el amor y el alma superan el obstáculo de la mentira, de la soberbia, de la envidia, de la curiosidad, para llegar al final feliz: la boda. Sin embargo, el amor no se consuma en la boda, pues no es la boda el final feliz, sino el inicio feliz. Es el principio del amor, y se consuma cuando se vuelve silencioso, inmortal. Cuando no es cuestión de materia sino de espíritu. Ni el grito de gozo, ni el llanto apasionado. Cuando no es sacrificio, ni sufrimiento, ni sumisión, sino entrega correspondida; un hogar, donde puedes ser simplemente tú, sin censura. El amor va a bordo de un barco de cosas simples, conquistando lo importante. Supera toda su parte mortal, y trasciende en equilibrio, unión, y lucidez, sorprendiéndose ante los pequeños milagros que constituyen la vida misma.

Sin duda en el amor, uno deja de pensar en sí mismo, pero no por ceguera, sino como un desprendimiento lúcido, inevitable y seguro: dejo de ocuparme de mí, y me ocupo ti, porque tengo la certeza de que tú, te ocuparás de mí. Siempre en silencio.